La dieta mediterránea, más que un régimen, es considerada como un modelo de alimentación saludable, equilibrado y variado donde predominan los alimentos obtenidos de la zona geográfica que costea el mediterráneo: vid, olivo y trigo; de allí su denominación.
Sus características más importantes son:
- La elevada ingesta de alimentos de frutas, hortalizas (verduras y legumbres), cereales,
leguminosas (garbanzo, lenteja), oleaginosas (almendras, aceitunas, nueces), peces y
vinos.
- El aceite de oliva como la principal fuente de grasas.
- El consumo moderado de pescado, huevos y lácteos, y reducida de carnes rojas.
- La utilización habitual de hierbas y especias variadas como el ajo, el perejil, el romero,
entre otras.
- La práctica regular de actividad física moderada complementando la dieta, para
equilibrar la ingesta de energía.
Diversos estudios científicos demuestran que la dieta mediterránea ayuda a reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares demostrando, a su vez, su poder para revertir daños hepáticos causados por dietas altas en grasas. La explicación básica radica en que mientras las grasas saturadas de procedencia animal elevan las cifras de colesterol, las grasas monoinsaturadas o insaturadas como el ácido oleico (que es la grasa monoinsaturada principal en el aceite de oliva) colaboran con un mantenimiento normal de los niveles de colesterol en sangre, además de proteger a los lípidos sanguíneos del daño oxidativo.
